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El día que cambió la historia

1 ene. 2019
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Desde los tiempos de la colonia española, en Cuba los almanaques marcaban el 1ro. de enero como fecha festiva a la usanza de la metrópoli. La celebración se distinguía por clases, pero al menos, en los que podían, durante la dominación norteamericana, los pavos rellenos no reemplazaron el tradicional lechón asado que se compartía en familia.[1] Sin embargo, el jueves 1ro. de enero de 1959 cambió la historia; junto al año nuevo, la gran familia cubana lograba el triunfo de una revolución que para muchos había iniciado 91 años atrás.

Ese día, ante la huida, a las 2:30 a.m., del dictador Fulgencio Batista hacia República Dominicana, Cuba vivía una sacudida telúrica de inquietud, acción y esperanza. La gente salía a las calles, se abrazaba, alzaban la bandera del Movimiento Revolucionario 26 de Julio.[2] El comentarista de Telemundo, Carlos M. Lechuga, llamó asesino a Batista, y el Canal 12 de televisión, dirigido por Lisandro Otero, empezó a ofrecer inusuales trasmisiones;[3] mientras, Radio Rebelde orientaba al pueblo y a los jefes guerrilleros.

Los estudiantes fueron a la colina universitaria en La Habana. Los revolucionarios reclusos se amotinaron en el Castillo del Príncipe y cuando más tarde fueron puestos en libertad, como el resto de los presos políticos, integraron las milicias que ocuparon las dependencias oficiales y estaciones de policía; prácticamente lograron el control de la ciudad y comenzó la huida y la persecución de los sicarios. Varios ocuparon las publicaciones batistianas Tiempo en Cuba, Ataja, Mañana, Pueblo, ¡Alerta! y Gente de la Semana.[4]

Del presidio de Isla de Pinos se hizo cargo el combatiente José Ramón Fernández.[5] En Caibarién se reunió el pueblo frente al Ayuntamiento mientras gritaba: «¡Unidad!».[6] Santiago de Cuba permanecía alerta: era inminente el avance de Fidel para tomar el control de la segunda plaza en importancia del país. Ya había fracasado la ofensiva enemiga, en la que 300 guerrilleros —con el respaldo del pueblo— habían enfrentado a 10 000 soldados y la guerra se había extendido por el territorio nacional.

Desde el balcón del Sindicato de Transporte en la Plaza Dolores, un pequeño, en brazos de su madre, contempló la euforia predominante, y sería marcado por ese día. Le habían nombrado Fidel, pero le decían Firulillo, por la censura; como segundo nombre llevaba Rubén, porque en el registro civil pareció sospechoso el de Raúl —años después Fidel Rubén Labrada Potín cumpliría misión internacionalista en Angola y fungiría como presidente del Consejo Popular de Ciudamar.  

«Ese día se salvó mi hermano de ser fusilado por luchador clandestino», recuerda José Acosta Navarro. «Fuimos enseguida a tomar los clubes nocturnos de la ciudad. Nunca más nos iban a discriminar allí por ser negros», rememora quien luego fuese un destacado dirigente sindical en la Cuba revolucionaria.

Patriotas tomaron el Ayuntamiento frente al Parque Céspedes. Entre ellos Sonia Franco García, quien apenas pudo dormir los días previos por la tensión de la guerra y desbordaba alegría por reanudar en una patria independiente sus estudios de periodismo interrumpidos por la represión de la tiranía.[7] Otras mujeres, en las inmediaciones, vestían de rojo y negro como la bandera del Movimiento 26 de Julio. Al atardecer supieron que hasta allí irían los rebeldes.

El Comandante en Jefe de aquella tropa barbuda confesaba esa noche a los santiagueros que había sido «una de las jornadas más emocionantes de su vida». Ese día conoció la victoria en una causa que no parecía propia de su cuna de oro. El 1ro. de enero él había amanecido en el Central América donde se había establecido la Comandancia General tras la toma de Palma Soriano. Preparaba el ataque a Santiago de Cuba cuando le comunican que Radio Progreso informaba que Batista había huido y que el general Eulogio Cantillo, contrario a lo que le había prometido, había tomado el mando de las Fuerzas Armadas del país. En apenas una hora Fidel tuvo la confirmación de la noticia y —según cuenta Ricardo Martínez Victores, locutor de Radio Rebelde— su reacción fue rápida: instruyó a los jefes guerrilleros que entraban y salían de la casa, y salió hacia Radio Rebelde, instalada en Palma, para hacer una alocución al pueblo.[8] «¡Revolución, sí; golpe militar, no!», dice para toda Cuba y ordena a los comandantes del Ejército Rebelde aceptar solo parlamento a las guarniciones que desearan rendirse; convoca a la huelga general revolucionaria para el día 2 de enero y en Santiago de Cuba desde el mismo primero a las tres de la tarde, dando a la plaza santiaguera el ultimátum para deponer las armas hasta tres horas después.

En El Escandel establece la nueva comandancia. Allí le expresa el coronel de la tiranía, Rego Rubido, su disposición de cambiar de filas y le pide al líder que un alto representante del mando rebelde se reúna con la oficialidad en el Cuartel Moncada. La peligrosa misión es asumida por Raúl Castro con apenas un compañero.

Esa tarde Fidel también recibe la noticia de que las fragatas Maceo y Máximo Gómez de la Marina y la Jefatura de la Policía apoyarían a los guerrilleros. Al anochecer se reune con varios de los oficiales al mando. La rendición evita más pérdidas de vidas humanas. Digno de admirar es que, por «caballerosidad y ética», a costa de todo riesgo, Fidel reclama que en el encuentro, los militares mantuvieran la posesión de sus armas.[9]

El Comandante en Jefe avanza sobre Santiago, tiene 33 años y es un hacedor de sueños. Llega a la radioemisora CMKC. La ciudad se convierte en «el baluarte más firme de la Revolución».[10] Mientras, continúan llegando personas al Parque Céspedes. «Esta vez sí entraron los mambises a Santiago». «Han pasado cinco años, cinco meses y cinco días desde que se intentó tomar el cuartel Moncada».

Esa noche, cuando inicia el acto, desde el balcón principal del Ayuntamiento varios oradores toman la palabra. Monseñor Enrique Pérez Serantes, arzobispo de Santiago de Cuba, defensor de los rebeldes, quien transmite un mensaje de paz y conciliación; el comandante Raúl Castro Ruz; José Pellón Jaén, en nombre de los trabajadores; Omar Fernández Cañizares, por los estudiantes; Leyda Sarabia Rodríguez, por las mujeres; Francisco Ibarra Martínez, por los maestros y las clases vivas de la ciudad; Fidel, Comandante en Jefe del Ejército Rebelde; y finalmente Manuel Urrutia,[11] quien prestó juramento de toma de posesión y se dirigió al pueblo en su función de presidente provisional. El acto concluyó avanzada la madrugada con el desfile de una columna de tanques e infantería frente al Ayuntamiento, para rendir honores al Jefe de la Revolución y al nuevo presidente. Luis M. Buch, ministro de la presidencia y secretario del Consejo de Ministros —entre 1959 y 1962— recuerda:

En la alborada del 2 de enero de 1959 la multitud eufórica comenzó a disgregarse. Unos regresaban a sus hogares, felices y tranquilos, pues había cesado el terror, mientras que otros formaban grupos y comentaban a toda voz los acontecimientos, sin temor a represalias.[12]

Muchas veces después, Fidel volvería a aquel balcón de la ciudad héroe, pero esa primera noche es excepcional. Filiberto Oliva Aguillón y sus compañeros de la Fábrica de Cemento, desvían el camión hasta el Parque Céspedes «e hicimos la fiesta familiar el día dos, porque el primero fuimos a apoyar a Fidel que habló por más de una hora. Los aplausos lo interrumpían a cada rato, a lo que nosotros sumábamos el estridente sonido del claxon del camión, y los vivas a garganta limpia».

En encendida oratoria, Fidel explica los detalles de las conversaciones con Cantillo, su traición, y reconoce la actitud que tuvieron los oficiales de la Plaza para evitar más derramamiento de sangre. Al pueblo le pide calma: habrá justicia para los criminales de guerra, no venganza, pero se debe consolidar el poder antes que nada.

A los que le instan desde el público: «¡Oriente Federal! ¡Oriente Capital!», les responde con lo que será una clave de la Revolución: la importancia de la unidad. Expresa que no será olvidado ningún sector del pueblo, ni de Santiago de Cuba, ni de la Sierra Maestra, como tampoco serán olvidados los caídos. Reconoce la bravura de esa ciudad, de sus mujeres. Dice que el pueblo cubano merece convertirse en uno de los primeros del mundo por su inteligencia, su valor y su espíritu. También proclama a América como aliada que acompaña a los cubanos en sus deseos de triunfo, y ofrece asilo a los perseguidos políticos de otras naciones hermanas.

Esa noche también fiesta hay entre los exiliados cubanos en embajadas y consulados; particularmente varios se trasladan el día dos hacia Santiago de Cuba con la ayuda del presidente provisional de Venezuela, Edgar Sanabria; y al día siguiente se suceden concentraciones y manifestaciones multitudinarias en las capitales y ciudades importantes de Argentina, Uruguay, Perú, Brasil, Chile, Ecuador, Colombia, y otros países de Centroamérica y el Caribe, como apoyo a la Revolución.[13]

El día dos en horas tempranas Fidel parte de Santiago de Cuba, capital de la República por cuatro días, hasta La Habana, en la Caravana de la Libertad. Recibe a su paso el cariño de un pueblo enardecido, como mayor gloria. —El mismo cariño que se vio cuando hizo el recorrido inverso hasta el altar de la patria que cobija sus restos mortales y que se construyó con su idea de aquel enero: «Nunca nos dejaremos arrastrar por la vanidad ni por la ambición, porque como dijo nuestro Apóstol: “Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”».[14] Durante 56 años, Fidel cumpliría la promesa de ser un leal servidor del pueblo:

Podremos equivocarnos una y muchas veces, lo único que no podrá decirse jamás de nosotros es que robamos, que traicionamos, que hicimos negocios sucios, que usamos el favoritismo, que usamos los privilegios.  Y yo sé que el pueblo los errores los perdona, y lo que no perdona son las sinvergüenzadas…[15]

Durante los próximos 60 años a partir de 1959, en Cuba el año nuevo y cada aniversario del triunfo de la Revolución se recibirían con mucho júbilo. Fidel aprovecharía muchas de esas celebraciones para dialogar con el pueblo. Así lo atestiguan los pobladores de la Ciénaga de Zapata que compartieron con él, el 24 de diciembre de 1959; y los revolucionarios y visitantes fraternos de otros países que asistieron a una cena el último día de ese año; los estudiantes de la brigada José Antonio Echeverría que, como parte de su entrenamiento, emprendieron junto a él y a Celia un viaje del 1ro. al 7 de enero de 1960 para clavar la bandera cubana en el Pico Turquino; 10 000 maestros que esperaron al Año de la Educación en Ciudad Libertad el 31 de diciembre 1961; los del contingente Blas Roca Calderío, con los que compartió tras haber inaugurado varios círculos infantiles el 31 de diciembre de 1987; los beneficiados de cinco plantas con varias líneas de bloques, mosaicos, ladrillos y pintura cementosa, 15 escuelas especiales y 11 policlínicos entre el 29 y el 31 de diciembre de 1989; cualquier cubano atento a la transmisión de sus palabras desde el Ayuntamiento santiaguero el 1ro. de enero de 1999, 40 años después, con especiales palabras a la juventud y acompañado del pintor y escultor ecuatoriano Oswaldo Guayasamín y los Premios Nobel Gabriel García Márquez y José Saramago; las madres de los Cinco héroes antiterroristas cubanos que regresaban de Estados Unidos y con las que compartió en la Universidad de La Habana el 31 de diciembre de 2001 y el inicio de 2002; Frei Betto y parte de su familia de este, cuando se hallaba en Brasilia el 31 de diciembre de 2003 para asistir a la toma de posesión del presidente Luiz Inácio Lula da Silva; el mandatario boliviano Evo Morales, con quien firmó el 31 de diciembre de 2005, acuerdos para formar en la Isla más de 5 mil médicos y ampliar la colaboración en materia de salud oftalmológica e intercambios académicos, científicos y culturales; otra vez el pueblo cubano cuando le escribe el 31 de diciembre de 2007 en ocasión de «medio siglo de resistencia heroica», tiempo récord de luchar «por el respeto a la vida y la sana alegría de nuestra Patria», que es a decir de Martí, la humanidad.[16]

Aún después de su desaparición física, Fidel continúa junto al pueblo en patria más justa y digna. El 1ro. de enero parece procesión el camino al Cementerio Patrimonial Santa Ifigenia; destacados pioneros inician otra reedición de la Caravana de la Victoria; y se recuerda la inmensa responsabilidad que implica, entre todos, ser Fidel. No somos pocos los que creemos y defendemos la justeza de sus sueños de justicia, aunque también compartimos con él la certeza que tuvo entonces cuando previó que, en lo adelante, todo sería más difícil: «sabemos que el camino está preñado de obstáculos pero somos hombres —y mujeres— de fe, que nos enfrentamos siempre a las grandes dificultades».


NOTAS:

1.             1 Iglesias, Marial: Las metáforas del cambio en la vida cotidiana: Cuba 1898-1902, Ediciones Unión, La Habana, 2003, pp. 54-66.

2.    Creado a mediados de 1955 por Fidel. Se organizó en células clandestinas de todo el país y en el exterior contra la tiranía de Batista.

3.    Sin embargo, la llamada gran prensa burguesa continuó circulando y destacando: «Gracias Fidel», «Gracias Revolución Cubana», «¡La patria está Libre!», «Saludamos a la Revolución en marcha» y «¡Gracias, Valientes!». La buena convivencia duró apenas unas semanas más.

4.    Ídem.

5.    Buch, Luis M. y Reinaldo Suárez: Gobierno revolucionario cubano: primeros pasos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1999, pp. 39-52.

6.    Comas, Emilio: «¿Cómo fue para mí el primero de enero de 1959?», 2017, en: http://www.uneac.org.cu/columnas/emilio-comas-paret/como-fue-para-mi-el-primero-de-enero-de-1959, consultado el 30 de julio de 2018.

7.    Sarabia, Nidia: «El primero de enero de 1959», Revista Bohemia, 1967.

8.    Suárez, Eugenio y Acela A. Caner: Fidel: De Cinco Palmas a Santiago, Casa Editora Verde Olivo, La Habana, 2006, p. 408.

9.    Ídem.

10. Castro, Fidel: De la Sierra Maestra a Santiago de Cuba. La contraofensiva estratégica, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2010, pp. 358-430.

11. Manuel Urrutia Lleó (1901-1981): Abogado de profesión. Emitió un voto particular absolutorio en la Causa 67 que se seguía contra los revolucionarios alzados en Santiago de Cuba el 30 de noviembre de 1956 y los expedicionarios del yate Granma. Fue propuesto por la dirección del Movimiento 26 de Julio para ocupar el cargo de Presidente de la República. Lo ejercería de enero a julio de 1959. Murió en Estados Unidos.

12. Buch, Luis M. y Reinaldo Suárez: Ob. Cit.

13. Suárez, Eugenio y Acela A. Caner: Ob. Cit.

14. Castro, Fidel: De la Sierra Maestra a Santiago de Cuba. La contraofensiva estratégica, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2010, pp. 358-430.

15. Ídem.

16. Gómez, Susana y Yunet López: «Primero de enero: El día al que le salieron barbas», 2017. Publicado en el periódico Juventud Rebelde el primero de enero de 2017.

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