Contrapunteo

Destinos distintos

16 nov. 2020
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Era la temporada más esperada por mí. Ya me veía mirando la lluvia torrencial caer por las ventanas. Por supuesto, no había escuela y en más de una ocasión mi enorme hogar de la infancia albergaba a alguna familia cuya casa estuviera en zonas con peligros de inundación.

Sí, me refiero a la época de los ciclones, y aunque estas afirmaciones puedan parecer un tanto superfluas, salían de la mente de un infante, adaptada a vivir en este país de catástrofes naturales, sobrellevadas siempre con una organización de regimiento.

No puedo afirmar que nunca hubiese muertes por consecuencia de los huracanes, sin embargo, sí puedo decir que, en mi provincia natal, Pinar del Río, todas las orientaciones de la Defensa Civil se tomaban con tanta precisión que los daños eran casi en su totalidad materiales.

El gobierno velaba y vela por todos. Nos entregaban los aditamentos para asegurar las puertas y ventanas, la información era constante y más importante aún, nadie quedaba desamparado. Quizás por eso, crecer y encontrarme en mi trabajo como periodista de internacionales la devastación material y humana que causan estos fenómenos naturales, sobre todo en América Latina, es bastante impactante.

Recientemente, Eta vino a demostrarme una vez más cuán importante es un país organizado, entrenado y con gobernantes preocupados por sus ciudadanos.

De acuerdo con el sitio 15 minutos, este fenómeno climatológico azotó nuestra región, dejando una tragedia cuya magnitud crece a medida que los socorristas llegan a las zonas afectadas, especialmente en Guatemala, Honduras y México.

Las cifras de muertos y desaparecidos siguen en aumento y se cuentan por miles los afectados y damnificados. Las inundaciones, deslaves, destrucción de cultivos, de carreteras, puentes, tendido eléctrico y viviendas en zonas rurales se repiten en varios países.

Asimismo, la agencia France24 la catalogó como la peor tormenta de la década, causando la muerte y desaparición de más de 100 personas, según el portavoz del ejército guatemalteco, nación donde los estragos fueron severos.

En Honduras, donde también continúan las difíciles tareas de búsqueda y rescate de supervivientes, el trabajo se vio ralentizado por la destrucción de carreteras y puentes, obligando a las autoridades a reclutar militares y a utilizar helicópteros y lanchas rápidas para rescatar a las personas varadas encima de sus casas, más de 330 000 en todo el país. 

«Hemos estado sin comida durante dos días... esperando ser evacuados», dijo William Santos, refugiado en la parte superior de una planta empacadora de bananas junto con otras 300 personas en el norte de Honduras.

A su vez, Prensa Latina afirma que más de 1,2 millones de niños y adolescentes en Centroamérica padecen actualmente los efectos del devastador paso de la tormenta tropical Eta por esa área geográfica.

Según estimados de la oficina regional del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), en América Latina y el Caribe, la cifra pudiera aumentar en la medida que los equipos de rescate accedan a las zonas más afectadas, algunas de ellas incomunicadas en la actualidad.

Eta también llegó a la Mayor de las Antillas, pero podemos respirar tranquilos ya que no hay que lamentar la pérdida de ninguna vida humana, aunque sí fueron afectados, especialmente, la agricultura, los viales y puentes.

Los preparativos, para que los resultados fueran los esperados, comenzaron desde muy temprano. Sin descanso, Cuba demostró por qué es considerada una nación muy eficaz ante los desastres naturales.


Nota: La imagen corresponde a México, tras el paso de Eta.

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