Contrapunteo

Cuba hizo posible un proceso que parecía imposible. Entrevista al expresidente colombiano Juan Manuel Santos

2 jul. 2020
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Juan Manuel Santos, el presidente colombiano que logró el Acuerdo de Paz que todos sus antecesores en más de medio siglo buscaron fallidamente, alza su voz para reivindicar a Cuba, ahora como exmandatario pero con todo el peso de su experiencia como uno de los máximos responsables del éxito de la negociación. Y es que el papel de la isla como garante del proceso colombiano de paz, se ha puesto en tela de juicio a raíz de los ataques del gobierno de su sucesor, Iván Duque, y sus emplazamientos públicos sobre la presencia en La Habana de los guerrilleros del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el manejo del tema por las autoridades cubanas.

Presidente Santos, durante las negociaciones con las FARC y también con el ELN —diálogos que se iniciaron también bajo su gestión— ¿considera que la diplomacia cubana ha sido parcial o ha favorecido en algún momento a una guerrilla u otra en detrimento del gobierno colombiano?

No. Cuba y Noruega cumplieron un papel muy constructivo y muy positivo, donde todo lo contrario, lo que quisieron fue siempre ayudar a que se llegara a unos acuerdos y, cuando había dificultades, ellos, por iniciativa, invitaban a los países acompañantes, porque también estaban acompañando el proceso Chile y Venezuela, pero los garantes eran Noruega y Cuba. Creo que cumplieron un papel muy positivo y ayudaron mucho; un proceso que parecía imposible, lo hicieron posible.

¿Pudiera citar ejemplos puntuales de la intervención de los garantes cubanos en los momentos críticos de la mesa de conversaciones con las FARC en La Habana?

Momentos difíciles en una negociación tan difícil hubo muchísimos. Muchísimos momentos donde las dos delegaciones se enfrentaban, amenazaban con levantarse de la mesa, había desacuerdos y ahí es donde los garantes cumplían un papel muy específico y muy constructivo. No le puedo dar un ejemplo concreto porque hay muchísimos, pero usted menciona, por ejemplo, el tema de la justicia que era uno de los temas más complejos, el que más tiempo se llevó y el que más dificultades tuvo, porque, al fin y al cabo, en un proceso de paz, la decisión más importante es dónde traza uno la línea entre justicia y paz. En ese momento tuvimos muchos desacuerdos con la guerrilla hasta que finalmente logramos ponernos de acuerdo y fue la primera vez que yo viajé a Cuba y dónde me encontré por primera vez con el Comandante de las FARC, con Rodrigo Londoño, en Cuba. Fue cuando firmamos el acuerdo sobre justicia; entonces fue cuando se desenvolvió todo el proceso porque ese era el punto fundamental.

Justamente, el pasado 23 de junio se cumplieron 4 años de esa visita suya a La Habana y del primer estrechón de manos con su entonces adversario de guerra, Timochenko, el líder de las FARC, con la complicidad mediadora de Raúl Castro. Esa foto pasó a la historia como un símbolo de paz.

Yo me acuerdo que Raúl Castro nos agarró de la mano y prácticamente nos obligó a darnos la mano. Pero antes de esa reunión nos había dejado solos a Rodrigo Londoño y a mí, primera vez que nos veíamos. La verdad que fue una reunión bastante interesante que rompió mucho el hielo, donde hablamos sobre el compromiso de ambos para lograr la paz y yo recuerdo que le dije: «Mire, Comandante, usted y yo, a partir de este momento, estamos en la misma barca y remando en la misma dirección, que es la dirección de la paz. Vamos a tener muchos enemigos, vamos a tener muchos obstáculos, pero si usted está comprometido, yo estoy comprometido, si es que queremos sacar esto adelante». Esa fue la primera conversación que tuvimos porque Raúl Castro nos empujó a una sala y él se fue y nos dejó solos.

¿Valió la pena que Raúl Castro les hiciera esa encerrona?

Yo creo que sí. Ahí se generó algo muy importante en cualquier negociación que es una química positiva, una confianza mínima entre dos personas que estábamos en bandos totalmente contrarios y, para llegar a los acuerdos, ese mínimo de confianza y esa química personal son muy importante.

Después de la firma de los acuerdos de paz, usted estuvo apenas un año y medio en la presidencia, por lo cual la implementación quedó a medias y en manos de la gestión posterior, para nada amiga de este pacto. ¿Qué se ha logrado concretar y cuánto falta? ¿Ve el vaso medio lleno o medio vacío si tuviera que valorar el destino del acuerdo?

Este acuerdo fue el más ambicioso que se haya firmado en la historia. Un acuerdo que tiene un alcance mucho mayor que el que,  normalmente, acuerdos de este tipo tienen. Por lo general, hablan simplemente de desarme, de la reincorporación de la insurgencia a la vida civil, algunos tienen un elemento de justicia, pero este acuerdo fue mucho más allá. Por eso le dimos 15 años para que se cumpliera. Por ejemplo, tenemos unos planes de desarrollo en las zonas que fueron afectadas por la guerra durante tanto tiempo, para que la población de esa zona tenga un mínimo nivel de vida. Esos planes fueron negociados con las comunidades, lo cual es algo que también fue sui géneris. Reitero, fue un acuerdo muy ambicioso. Yo diría que la parte normal de los acuerdos se cumplió y se cumplió muy rápido: lo referente a la entrega de armas, la reincorporación a la vida civil y a la vida política, y la creación de las instituciones que están encargadas de la implementación del acuerdo. Todo eso se efectuó con bastante rapidez.

El nuevo gobierno fue muy reacio al acuerdo. El presidente Duque y su partido fueron muy críticos del acuerdo, pero nosotros dejamos el acuerdo blindado jurídicamente. La Corte Constitucional emitió un fallo donde dice que, en los próximos tres gobiernos, no puede emitirse ni aprobarse ninguna ley o ningún decreto que vaya en contra del cumplimiento de los acuerdos; eso es algo muy importante porque jurídicamente los deja blindados.

Ha faltado voluntad política en acelerar aspectos como los planes de desarrollo, la sustitución de cultivos ilícitos de forma voluntaria; inclusive, el cumplimiento de un aspecto concreto como es la creación de las circunscripciones especiales para que estas zonas sean representadas en el Congreso, en la Cámara, eso falta todavía. Yo espero que con la presión de la población de esas zonas, con el mandato constitucional y la presión de la opinión pública internacional, siga avanzando la implementación y que avance a más velocidad.

Entonces, es optimista sobre el futuro del acuerdo.

Yo sí soy optimista. La guerrilla de las FARC no va a volver al monte. Hay unos disidentes que se regresaron por diferentes razones. Eso siempre sucede en todos los acuerdos, pero el grueso de los miembros de las FARC está comprometido con el acuerdo, está comprometido con la dejación de las armas y está reincorporándose a la vida civil. Hemos tenido dificultades.  Lamentablemente se han asesinado algunos de sus miembros.

En términos generales, soy optimista. Hoy en día, el acuerdo está siendo cada vez más valorado, porque fue un acuerdo muy vilipendiado, muy atacado con mentiras, con toda clase de desinformación y la gente poco a poco se ha dado cuenta que era un buen acuerdo, que era un acuerdo que a Colombia le convenía.

Achaca las deserciones de los guerrilleros a un fenómeno natural en todo proceso de este tipo, pero me gustaría preguntarle en el caso de la vuelta a las armas de Iván Márquez, quien no era un guerrillero cualquiera sino el jefe negociador de las FARC en La Habana, el que logró el texto del acuerdo final junto a su enviado, Humberto de la Calle. ¿Le sorprendió el abandono del acuerdo por parte de Márquez?

Sí, me sorprendió, aunque siempre fue el más difícil de todos los comandantes frente al proceso. Mi opinión es que Iván Márquez está otra vez donde está porque un sobrino de él está en Estados Unidos y está haciendo unas delaciones sobre supuestos negocios que tenía la guerrilla después de haber firmado la paz. Lo que pasó con Jesús Santrich, su captura, eso puso a Iván Márquez muy nervioso, creo que él se fue por eso.

El tema que abarca la justicia y el desarme, que fue el que más tiempo de discusión entre las partes llevó, ha sido el de más rápido cumplimiento, mientras que asuntos que se resolvieron en la mesa en pocos meses, aún están estancados y sin una implementación real a la vista. ¿Encuentra, como yo, contradicción en esto?

En cuanto al tema de la justicia, efectivamente, se creó el mecanismo, se creó el tribunal especial, está funcionando, y lo que la gente está esperando es que comienzan los fallos; todavía no habido fallos formales.

La comisión de la verdad está funcionando bastante bien, la unidad de búsqueda de los desaparecidos también está funcionando, todo eso va funcionando bastante bien, y usted tiene razón, tenemos que darle mucha más velocidad a algo que no era para las FARC, era para el país: el desarrollo rural. Nosotros llevamos 200 años en Colombia desconociendo el campo y ahí es donde está concentrada la pobreza, el subdesarrollo. Lo que tenía este acuerdo era una reforma rural, unos planes ambiciosos para llevarles desarrollo a esa zona.

Ha faltado, también, lo de la sustitución de cultivos ilícitos, un asunto que ha tenido la oposición, inclusive de Estados Unidos. Algo insólito, Estados Unidos dice que no puede financiar eso (la sustitución de cultivos ilícitos) porque a los campesinos los considera como miembros de las FARC y considera además que las FARC siguen siendo parte de la lista de terroristas a pesar de que ya han entregado las armas. Entonces, por un lado, le exigen a Colombia que luche contra el narcotráfico y que luche contra los cultivos ilícitos, pero por otro lado frenan la financiación a esa transición de los cultivos ilícitos a los cultivos lícitos.

Otra cosa muy importante, la única forma,  y eso está comprobado, que los campesinos van a dejar de cultivar coca es si les dan una alternativa. Ellos no van a permitir que sus hijos se mueran de hambre y, si no tienen alternativa, los narcotraficantes los van a utilizar para seguir cultivando coca. Ahí el gobierno y la comunidad internacional tienen que hacer un esfuerzo mayor para que ese punto del acuerdo se cumpla a cabalidad.

Ha tocado dos elementos importantes que dan pie a mi siguiente pregunta: Estados Unidos y terrorismo. Estados Unidos acaba de incluir a Cuba en una lista selectiva de países que, según Washington, «no cooperan plenamente con la lucha antiterrorista». La excusa has sido dada por el gobierno colombiano de Iván Duque, al tildar de «terroristas» a los negociadores del ELN y exigirle a Cuba su extradición. ¿Usted considera que Cuba es un país terrorista, que practica o defiende el terrorismo?

Yo me he mantenido muy al margen de la política, pero a raíz de ese tema yo di una entrevista, recientemente, a un medio muy importante en Colombia, donde dije  que me parecía totalmente injusto con Cuba. Cuba lo que ha hecho en los últimos años, en las últimas décadas, es ayudar a que desaparezcan los conflictos armados. Desde la época, en el caso colombiano, de Andrés Pastrana, Cuba estuvo presente ayudando. Fidel, en ese entonces, me acuerdo que hizo una declaración en la que afirmaba que la lucha armada ya estaba mandada a recoger.

Durante la presidencia de mi antecesor, de Álvaro Uribe, Cuba también ayudó, inclusive acogió las conversaciones que tuvo el gobierno de Uribe con el ELN. Y ¡qué hablar con mi gobierno! Lo que ha hecho Cuba es todo lo contrario, lo que ha hecho Cuba es ayudar a que esos conjuntos armados desaparezcan y ayudar a conseguir una paz que a todos nos conviene.

De manera que a mí me ha parecido muy injusta la inclusión de Cuba como un país que está cobijando o defendiendo el terrorismo por el hecho de que, en este momento, tenga a los negociadores del ELN allá. Y si están allá es porque el gobierno colombiano le pidió Cuba que lo ayudara en esas negociaciones. El actual gobierno colombiano los considera terroristas (a los negociadores del ELN) pero eso no quiere decir que el gobierno cubano esté defendiendo el terrorismo, sino que el gobierno cubano tiene que cumplir con los protocolos que se firmaron, precisamente, para que los del ELN pudiesen viajar a Cuba o a cualquier otro país. Lo que está haciendo Cuba es cumplir con los protocolos.

La ruptura de la mesa de diálogo con ELN se produjo bajo la presidencia de Duque, pero el inicio de esa negociación fue posible dentro de su gestión. Es así que usted conoce la letra chica de lo estipulado en la agenda que rige las conversaciones. ¿Podría detallar qué dicen los protocolos de ruptura y si Cuba está cometiendo alguna violación al respecto?

No sólo en el caso de Cuba. En cualquier proceso de paz, se firman unos protocolos para que, si hay una ruptura de las negociaciones, si no hay éxito en las negociaciones, se le den las garantías a la insurgencia para que se devuelva a su país de origen, a su sitio de origen, porque de otra forma nadie iría a otro país a ninguna negociación, si tiene el riesgo de que, si esa negociación falla, los capturen ahí y los metan a la cárcel. Entonces, los protocolos se hacen, precisamente, para facilitar los procesos de paz. Lo que hizo Cuba fue firmar unos protocolos como garante, con Noruega, -Noruega también los firmó- con el ELN y con el gobierno de Colombia, para, en el caso de que se rompieran las negociaciones, se le dieran las garantías suficientes a la guerrilla, en este caso al ELN,  para que se regresara a Colombia.

¿Existe alguna probabilidad de que se retome el diálogo con el ELN, en este gobierno o en otro? ¿Ve una salida política o definitivamente la permanencia de la opción armada con esta guerrilla aún en activo?

Nosotros estuvimos a punto de firmar con ellos (con el ELN) un cese el fuego y teníamos, más o menos, la agenda establecida.

El nuevo gobierno decidió que no quería continuar con esas negociaciones. Yo creo que esas negociaciones, si hay voluntad política, se pueden retomar y creo que un acuerdo es factible. En eso soy también optimista, pero para bailar se necesitan dos y ninguno de los dos en este momento tiene muchas ganas de bailar, pero eventualmente van a llegar a una mesa porque es la única forma de acabar con este conflicto con el ELN.

¿Ve a Cuba siendo parte nuevamente de otro esfuerzo conciliatorio entre el Estado colombiano y la insurgencia elena o cree que se impondrá este alejamiento diplomático que ha repercutido además en un cambio en la política exterior colombiana hacia Cuba?

Yo, por experiencia propia, puedo decir, sin lugar a dudas, que es mucho más favorable para todo el mundo un acercamiento, tener buenas relaciones. Acuérdese cómo estaba yo cuando llegué a la presidencia. No teníamos relaciones diplomáticas con Venezuela ni con Ecuador. Éramos un país casi que aislado en América Latina, y establecimos puentes, diálogos, sin necesidad de sacrificar nuestros principios. Teníamos diferencias, yo con Chávez tenía muchas diferencias, pero ambos teníamos  también muchos comunes denominadores.

De manera que soy siempre partidario de mantener el diálogo, mantener las buenas relaciones, y si hay diferencias, las diferencias como en cualquier matrimonio o amistad, se pueden ir resolviendo amigablemente. Siempre he sido partidario de acercamientos, de tener buenas relaciones.

Si tuviera que darle un mensaje a todos aquellos que se dejan seducir por el discurso del uribismo y del presidente Duque sobre Cuba y su participación en el proceso de paz, ¿qué les diría?

No solamente a ellos, sino al mundo entero. Inclusive, hay muchos mandatarios europeos, en este momento, pidiéndole a Cuba que se mantenga como garante del proceso de paz, que es lo que la comunidad internacional quiere, porque a todos nos consta que el papel de Cuba ha sido muy constructivo y que es mucho mejor tener a Cuba ayudando a resolver los problemas, como ayudó a resolver los problemas con las FARC, que tenerla del otro lado, saboteando o totalmente indiferente. Cuba puede aportar, Cuba puede ayudar, por eso es mucho más positivo tender puentes y una buena relación con Cuba.

Muchas gracias por sus consideraciones, por su tiempo y cuídense mucho en medio de la crisis sanitaria global del momento.

A ustedes, muchas gracias por esta entrevista.

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