Contrapunteo

Criminalidad en Río de Janeiro, un asunto pendiente

12 jul. 2017
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La crisis financiera que enfrenta Brasil mella en el segundo estado más grande: Río de Janeiro. Ese estado, ubicado al sur, se declaró en bancarrota. Una de las consecuencias de la medida es que las autoridades no pueden pagarles a los agentes de la seguridad.

Hasta este momento del año, 85 policías han muerto. Las dos últimas víctimas registradas son Leandro Nascimento, de 35 y Olívar Teixeira dos Santos, de 43 años.

Datos del emporio mediático O`Globo estiman que cerca de 70 personas fallecieron por las balas perdidas. En la actualidad, en Río de Janeiro se registran alrededor de 15 tiroteos por día.

Otros informes citados por medios de prensa reflejan que solo el año pasado 147 agentes de policía fallecieron. Sao Paulo, primer estado en importancia y con una población cercana a la de Cuba, registró 54 muertes. Las cifras dan fe de un fenómeno cada vez más difícil de controlar.

La cercanía de las favelas, los barrios pobres de la ciudad, y las luchas internas de las bandas criminales por controlar el tráfico de sustancias, armas y secuestros, hacen de Río un lugar muy inseguro.

Son los propios habitantes de las favelas quienes piden a las autoridades que cesen las operaciones de la Policía Militar contra las bandas criminales. Según los residentes el Batallón 41, responsable de velar por la seguridad en la populosa favela Fazenda Botafogo, muchas veces es más mortal que los propios criminales. Tal es así que en los dos primeros meses del año 36 personas murieron durante acciones de policías pertenecientes a ese batallón, en comparación con seis durante ese mismo periodo el año pasado.

Una de las estrategias puestas en marcha para combatir la criminalidad en la Ciudad Maravillosa fue combinar la presencia policial permanente con programas de inclusión social. Las denominadas Unidades de Policía Pacificadora (UPPs) fueron activadas en el 2008 y sus resultados fueron calificados por los propios ciudadanos como milagrosos.

Estas unidades operan por fases. En una primera la policía realiza un operativo sorpresa en el que captura a los delincuentes, tiene de 30 a 60 días para abatir los focos de resistencia y, una vez conseguido el objetivo, instala un destacamento formado por jóvenes. Su primer acto simbólico consiste en izar la bandera brasileña y convertir la casa donde operaba el capo local, en un centro comunitario. La siguiente etapa es implementar obras sociales para ganarse la atención de la gente, pero sin descuidar las investigaciones sobre los traficantes y sus nexos. El objetivo aquí es fomentar un cuerpo de policía más cercano a la comunidad que se dedique a recuperar territorios perdidos. El objetivo es conquistar o retomar espacios dominados por el crimen organizado o las milicias compuestas por miembros de las fuerzas policiales y otros órganos públicos.

Aun cuando la nueva estrategia retomó viejos axiomas en cuanto a la toma de las favelas, la clave del éxito pareció ser el enfoque comunitario de una estación de Policía que no persigue a los delincuentes, sino que prefiere ganar territorio.

Sin embargo, detrás de las UPPs muchos denunciaron que había montada una estrategia publicitaria que luego del Mundial de Fútbol (2014) y las Olimpiadas (2016) se esfumó, consumiendo a Río en el caos de siempre.




Nota: Foto tomada de la película «Fuerza élite». 

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