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Aprendiendo de los pueblos indígenas. Entrevista a Gilberto López y Rivas

3 ene. 2018
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Dentro de las luchas por la emancipación que aún se mantienen en el continente latinoamericano no pueden obviarse los procesos de resistencia de los pueblos originarios o indígenas, que en una región como la nuestra, cargada de una variedad étnico-cultural, cobran gran relevancia.

Sobre la situación de los pueblos indígenas, que constituyen minorías étnicas en América Latina y el Caribe, sus enseñanzas y problemáticas, conversamos con el antropólogo y político mexicano Gilberto López y Rivas, destacado investigador vinculado a los procesos emancipatorios indígenas en la región.

López y Rivas ha sido consejero del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y asesor del gobierno de Nicaragua en temas de autonomía indígena. Es fundador y miembro activo de la Red de Intelectuales, Artistas y Movimientos Sociales en Defensa de la Humanidad.

En la actualidad es integrante de la Comisión de Intermediación para el diálogo entre el Ejército Popular Revolucionario (EPR) y el gobierno de México. Algunas de sus publicaciones son El universo autonómico: propuesta para una nueva democracia (2008), Estudiando la contrainsurgencia de Estados Unidos: manuales, mentalidades y uso de la antropología (2013) y Autonomía de los pueblos indios y zapatismo en México (2014).

¿Cuál es la situación actual de los pueblos originarios en la región y cuáles sus problemáticas esenciales?

La situación de los pueblos indígenas actualmente es una gran paradoja porque son los sectores más oprimidos. Se les explota de manera preferente sobre la base de su condición étnica-cultural: sufren segregación, racismo, discriminación de múltiples formas, y son las poblaciones más depauperadas con altos índices de analfabetismo, falta de instrucción pública, drenaje y condiciones urbanas; si hay un sector depauperado son los pueblos indígenas.  

Digo que la situación es paradójica porque al mismo tiempo los pueblos indígenas están experimentando un proceso de concientización sobre sus derechos, sus luchas y sus resistencias. Por el carácter rural de muchas de esas poblaciones que están situadas en territorios muy ricos en recursos naturales y estratégicos, se han convertido en una especie de «vanguardia» —aunque no me gusta mucho el término—, de las luchas de resistencia contra las mineras —particularmente canadienses, pues el 70% son de ese país y se asientan en los territorios ricos en oro, plata, uranio, litio—, contra la Coca-Cola que se apropia de cuanto brote de agua puede privatizar o contra las cerveceras que también consumen gran cantidad de agua.

De tal manera, los pueblos indígenas son los sectores que tienen una propuesta, a la inversa del sector obrero que está fragmentado y que lo que más puede hacer es sobrevivir en la lucha por el trabajo, desregulado y ya sin las viejas conquistas del movimiento obrero. El sector indígena, contrario a los gremios y a los sindicatos, tiene las Propuestas de Autonomía, un tipo nuevo de autonomía, que se inició a partir del Levantamiento Zapatista del 1ro. de enero de 1994. Fue una rebelión muy simbólica, paradigmática, no solamente por la fecha como protesta ante una reforma constitucional particularmente perjudicial para los pueblos indígenas que iniciaba un proceso de privatización de las tierras comunales y equidales que son formas colectivas de propiedad de la tierra, sino porque el zapatismo, a partir de un proceso de diálogo que se inicia ese año, incorpora a representantes de todos los pueblos indígenas.

Es un proceso de diálogo completamente distinto al que hemos observado, por ejemplo, entre el gobierno de Colombia y las FARC-EP (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo), entre el FMLN (Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional) y el gobierno de El Salvador, o entre la URNG (Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca) y el gobierno de ese país, porque allí estuvimos presentes como asesores. La propuesta zapatista se transformó en una especie de constituyente, en un debate nacional sobre el tema indígena; de ahí se desprenden los llamados Acuerdos de San Andrés y estos documentos que se firman con el gobierno, aunque este no respeta ni su firma, ni su palabra, ni la letra de estos acuerdos. Se inicia un proceso de autonomía de facto, que no son autarquías, son autogobiernos muy horizontales con procesos de democracia directa que se renuevan cada tiempo en donde todos, hombres, mujeres, jóvenes, participan.

Durante todos estos años, particularmente en la zona zapatista y en otras regiones de México, ha habido un proceso al que llamo «universidad de las autonomías», tanto al diálogo como lo que viene después; porque efectivamente el estudio de las autonomías se da durante ese proceso de debate por los derechos indígenas culturales, lingüísticos, a la libre determinación, que incluyen la autonomía, el derecho al territorio, el derecho a la consulta. Todo ello garantizado por un convenio que firma el propio gobierno de México, que es el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, y garantizado en la Declaración Universal de Derechos de los Pueblos Originarios de las Naciones Unidas.

Entonces hay razones jurídicas, políticas, de las luchas contra todos estos megaproyectos que el neoliberalismo introduce en México, y eso hace que los pueblos indígenas, muy recientemente el año pasado, se reúnan en un Congreso Nacional Indígena —que surge con el zapatismo, y conjuntamente con el EZLN—, y se proponga una candidatura de una mujer indígena para las elecciones del 2018. Esto tiene una profunda repercusión en la vida política. La reacción de la clase política, incluidas algunas de las izquierdas, es una reacción clasista, sexista: «¿Por qué una candidata de los pueblos indígenas? ¿Qué se han creído si no son más que un 15% de la población? ¿Por qué una mujer? ¿Quién es ella?», y las reacciones afloraron incluso en el campo de la izquierda institucionalizada que se cree dueña del ámbito político. Mientras, los pueblos indígenas están pasando por un proceso de consulta para conformar un Consejo Indígena Nacional de Gobierno que incorpore la variedad de etnias que existen en México.

En otros lugares del país estas autonomías han conformado el único recurso efectivo y exitoso contra el crimen organizado. México vive una catástrofe humanitaria de grandes proporciones, durante estos años de Calderón y Peña Nieto, hay alrededor de 200 mil muertos en ejecuciones extrajudiciales, se calculan alrededor de 40 mil personas desaparecidas forzadas, muchas de ellas jovencitas, niños que son esclavizados en campos de sembradíos de amapolas. Además, ha aumentado la desaparición forzada por los grupos represivos, el ejército, la policía o la marina que intervienen de manera represiva.

En México es muy frecuente la criminalización de los movimientos de resistencia, y el ejército se ha convertido en uno de ocupación interna al servicio de las estrategias de los Estados Unidos que han utilizado lo que ellos llaman la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo como una forma de incidir en nuestro país. Yo le llamo «crimen desorganizado» al que lucha por las plazas, al narcotráfico; y le llamo al Gobierno «crimen organizado», ese sí está organizado. En ese sentido vivimos, lo que podría decirse, un régimen delincuencial. El gobierno de México fue juzgado por el Tribunal Permanente de los Pueblos que se originó en la época de la guerra de Vietnam, el Tribunal Russell, y durante tres años se hicieron audiencias en los ejes de la guerra sucia, de las desapariciones forzadas, de todos aquellos crímenes de lesa humanidad y, aunque no es un tribunal vinculante, es un tribunal ético, moral y político, resultó que los jueces que vinieron de otros países y de México mismo, lo hallaron culpable de crímenes de lesa humanidad y también de crímenes económicos.

Por lo que los pueblos indígenas, sumidos en esa misma realidad, son los únicos que han podido detener al crimen organizado, al de las bandas delincuenciales. En territorio zapatista no hay secuestros, no hay extorsiones ni crímenes, ni tampoco en algunas regiones del país donde se han organizado las llamadas policías comunitarias de los pueblos indígenas. Ocurre un caso muy paradigmático, Cherán, en el estado de Michoacán, y hay una situación similar en el estado de Guerrero, donde existe una Coordinadora regional de autoridades comunitarias o policía comunitaria.

En suma, lo que tenemos es un panorama muy paradójico. Por un lado, la terrible situación que viven los pueblos, pero por el otro lado son los protagonistas de una lucha muy organizada, muy consciente y muy contemporánea, o sea, es la modernidad de la lucha anticapitalista. Por eso es que en todos los foros trato de mencionar esta situación, porque hay una clase de visión estadólatra de que sólo importan los procesos que los estados juegan, procesos muy importantes emancipatorios, pero hay que mencionar estos procesos de los pueblos de abajo, que también están luchando.

¿Cuáles son los principales aportes de los movimientos autonómicos contemporáneos de los pueblos indígenas de la región al proceso de liberalización e integración de América Latina y el Caribe?

Uno de los principales aportes es que los pueblos nos enseñan una forma de participación horizontal y masiva que los gobiernos progresistas debieran aprender. Incluso, dentro del propio marxismo hay dos pensadoras revolucionarias como Rosa Luxemburgo y Raya Dunayevskaya que plantearon formas consejistas de organización muy parecidas a las que tienen los pueblos indígenas, incluso, mencionaron este tipo de ejemplos, que muestran una forma de gobierno muy parecida a lo que fue en su momento la breve existencia de la Comuna de París. Es decir, que no es solo un fenómeno de los pueblos originarios, sino que también puede ser repetido en ciudades.

En la medida en que un proceso logra una participación real y masiva de concientización de la población en su conjunto, con un alto nivel de conciencia revolucionaria y de participación en diferentes formas de gobierno, prácticamente se vuelve un proceso indestructible. ¿Dónde está el secreto de la resistencia de Venezuela ante los embates del imperialismo? Chávez y Maduro han estado gobernando en contra de la hegemonía de los medios de comunicación masiva. Entonces, sostengo que la única manera de que un proceso pueda mantenerse es a partir de una masiva integración organizativa de los ciudadanos y los pueblos en el ejercicio del poder popular, esa es la principal enseñanza que nos dan los pueblos indígenas.

Por ejemplo, en el caso del zapatismo son miles y miles los que han estado gobernando, porque se cambian cada determinado tiempo. Cada cuatro o cinco meses la asamblea se reúne, nombra a otros, y aquellos que estuvieron en el nivel local o municipal, e incluso, en las Juntas de Buen Gobierno, que es como regional, pasan a la comisión médica, de economía, educativa. De tal manera, existen jóvenes que han estado gobernando y resolviendo problemas de esa naturaleza, y ahí son gentes, digamos del común, no hay esa idea de que hay que ser ilustrado o miembro de una élite política para gobernar, que era la idea de la Comuna de París, en donde el pueblo se gobernara a sí mismo.

Creo que en ese sentido —y es una propuesta metodológica—, se vio la lucha de clases de manera muy esquemática, viendo solamente la lucha entre explotadores y explotados. No se percataron durante mucho tiempo de que en las realidades nuestras, esa matriz clasista está coloreada por la etnicidad, las lenguas, las cosmogonías, los imaginarios, las relaciones con la tierra, con el territorio.

Para nosotros los pueblos indígenas son los botanes o guardianes de la tierra, y creo que en una crisis civilizatoria como la que estamos viviendo, que no es una crisis cualquiera del capitalismo —y en eso el Comandante Fidel era muy consciente, en cuanto al peligro que existe de la desaparición de la especie humana como tal—, los indígenas nos recuerdan que ellos tienen, en la gran mayoría de los casos, una manera de relacionarse con la naturaleza que es autosustentable. Si no aprendemos de ellos, lo que vamos a presenciar desgraciadamente es la posibilidad, incluso, de la desaparición de la propia vida en el planeta.

¿Pudiera hablarse de soluciones a las problemáticas y reclamos de las minorías étnicas de la región, desde el trabajo de los gobiernos nacionales?

Sí, pudiéramos hablar de ello, siempre y cuando los gobiernos nacionales tuvieran una visión policromática de las sociedades. Si existe una visión que yo llamo mestizocrática o criollista, estamos perdidos. El factor constante va a ser siempre que el grupo oligárquico y el imperialismo van a querer destruirnos, y si no cambiamos nuestras estrategias, todos los errores que cometamos van a ir a la cuenta de la oligarquía y del imperialismo; son los goles que nos meten, pero muchas veces son autogoles.

Si los gobiernos nacionales progresistas no toman en cuenta los derechos de los pueblos estamos perdidos. En ese sentido, hay que regresar a Lenin, que tenía una visión extraordinaria de cómo los revolucionarios teníamos que tratar a las minorías y nacionalidades oprimidas, y podía diferenciar entre el nacionalismo de las naciones opresoras y el de las oprimidas. Lenin tuvo la gran visión de unir socialismo con derecho a la autodeterminación de los pueblos, y esto da como resultado las luchas de liberación en muchas partes del mundo. Muchas dirigencias de los países progresistas se han olvidado de estos aportes de Lenin. Aunque uno parezca un intelectual incómodo por recordarles algunas veces hasta su racismo, en cuanto a lo que ocurre en países pluri-raciales, pluri-culturales, pluri-étnicos como los nuestros, ese es el papel de uno: ser el intelectual crítico, como Gramsci deseaba, y no quedarnos callados en unas posiciones oficialistas que no favorecen para nada los procesos.     

Es muy importante recoger en la época contemporánea lo que proponía Chávez sobre la construcción del poder popular. Yo me permito definir a la izquierda hoy como los individuos, las organizaciones políticas y los gobiernos que construyen poder popular sin pedir nada a cambio, o sea, sin construir una burocracia que luego se vuelva insensible a esa participación o que la impida. Chávez particularmente, en un documento que se llama A golpe de timón, proponía fortalecer la participación popular en una lucha frontal contra la corrupción, que, claro, en un estado como el que heredaron los venezolanos, rentista, llenos de corrupciones, era y es una tarea muy difícil; el principal legado de Chávez es la construcción de ese poder popular.

Creo que la manera más eficaz de ayudar a la consolidación de los procesos emancipatorios no es pensar que el gobierno se puede sostener sobre estructuras caducas que ya no dan respuestas. Hay una crisis de legitimidad de las estructuras tradicionales, incluso, en el campo de la izquierda. Entonces tenemos que romper con eso, tenemos que innovar, que proponer formas de participación ciudadana, étnica, de género, que se construya una autonomía dentro de lo que es la soberanía nacional, que se construyan formas de autogestión, ya no pensar más de una manera jerárquica o que uno tiene la luz y va a enseñar, sino ser un poco más humilde y aprender de estas formas organizativas horizontales.

¿Cuáles son los principales enemigos de los gobiernos progresistas que abogan por la unidad latinoamericana?

Evidentemente tenemos enemigos muy poderosos que hay que estudiar y mencionar. Right Mills decía que había que estudiar a los victimarios, a los opresores, porque usualmente los antropólogos, los sociólogos estudian a los explotados, los oprimidos, y él decía que no, que había que formar una especie de aparato de inteligencia que estudie a los dominadores.

El principal enemigo de los pueblos sigue siendo el imperialismo y los grupos oligárquicos que responden a esa hegemonía, que son como lacayos de ellos, sin emplear retórica. Tenemos que darnos cuenta de que ellos trabajan veinticuatro horas al día, cada día del año, y que tienen casi un millón de intelectuales trabajando en sus agencias de inteligencia. Nos estamos enfrentando a un aparato que nos está estudiando permanentemente, entonces nosotros tenemos que estudiarlos también a ellos.

Tomando en cuenta que esa es la realidad y que esos son nuestros enemigos principales, debemos tener presente que el otro enemigo somos nosotros mismos: la desunión. Fidel en eso fue un maestro, nos enseñó que una revolución triunfa a partir de la unidad de los revolucionarios.

¿Qué estrategias se hacen necesarias para enfrentar la arremetida de la derecha en la región?

Tenemos que concebir todo tipo de formas de participación ciudadana y popular. Por ejemplo, recientemente el presidente Maduro y la dirigencia venezolana instrumentaron consejos de distribución alimentaria y de otros productos y de producción, esto ha beneficiado cerca de seis o siete millones de venezolanos, y ese es un gran acierto. Tenemos que pensar en formas de asegurar la alimentación del pueblo y que no dependamos de nadie para eso.

Debemos alcanzar autonomía de recursos en todo lo que es la vida humana —dígase salud, educación, cultura, ideología—, para evitar ser colonizados mentalmente por el imperialismo. Hoy muchos jóvenes piensan que firmar una carta contra el imperialismo es la lucha revolucionaria y no se dan cuenta de que, si no se gana la calle, si no se gana la conciencia, si no se gana la academia, si no se gana lo que es la vida, estamos perdidos. Se hacen necesarios esfuerzos como los de Ocean Sur, Telesur, pues la lucha ideológica y política cobra gran importancia. Es necesario ganar la batalla de las ideas, eso también es un aporte del Comandante Fidel.

 

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